domingo, 18 de abril de 2010

CERÁMICA MICÉNICA


La gran abundancia que encontramos en las artes menores de la civilización micénica, nos da muestra de la enorme riqueza y poder que poseían los príncipes de esta cultura. Estas copas son uno de los muchos ejemplos que conocemos, aparecen decorados con motivos muy esquemáticos, en un tono oscuro sobre fondo claro.
El prototipo del cántaro (kantharos), una copa baja y ancha con enormes asas verticales, y jarras. Los perfiles son de buen diseño, con sus partes claramente diferenciadas mediante finas aristas y claros cambios de orientación. Parece una imitación de formas metálicas y es de muy buena calidad, tanto por el barro empleado como por su cocción; el resultado son unas apreciadas vasijas con un aspecto exterior de dureza, similar a las formas de metal o de piedra. A falta de otros materiales, esta cerámica del Heládico Medio es un fiel anticipo de lo que será el gusto micénico:


formas bien estructuradas, con predominio de la simetría, y simplicidad de diseño. La cerámica miniana compartió su expansión con otro tipo, decorado con pintura mate sobre fondo claro, mal llamado cerámica de Egina, de tradición local no sólo de las islas sino también del territorio continental, desde antes de la llegada de los aqueos. Sus formas son también parcas: cuencos, jarras y tinajas de tamaño medio. La decoración, de color castaño negruzco sobre fondos amarillentos o levemente verdes, es lineal y compuesta de motivos geométricos: líneas cruzadas, círculos radiados y bandas formando cuadros, con un sentido tectónico que coincide con el gusto aqueo por las composiciones bien delimitadas.

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